Asustó a los monstruos que se escondían debajo de tu cama y a aquellos que se empeñaban en perforar tu alma.


Existen tantas personas como palabras utilizó Neruda. Algunas de ellas hablan de esa magia que el resto de mortales son capaces de crear. A ese último grupo pertenece ella, puede que no la veas, pero ella sacrificó su vida nueve meses antes de que tú empezases a respirar. Puede que ya sepas de quién hablo o, quizás, puede que no.
Ella es de ese tipo de personas con las que hablas de los sueños rotos. Aquellos que tú te empeñabas en que se repararían mientras esperabas y, en cambio, ella decidió mirarlos de frente y a la cara, y construirlos: piedra a piedra.  Esa persona que, a veces se sorprendió por esa manía tan tuya de apretarte el corsé pese a ver los moratones que había en tu cuerpo, pues, ¿qué iba a hacer, pequeña kamikaze? Habló entre sollozos y murmullos a tu corazón y a tu cabeza para que se acabase esa batalla y que salieses ilesa. Asustó a los monstruos que se escondían debajo de tu cama y a aquellos que se empeñaban en perforar tu alma. Esa persona valiente a la que se le presentaron tantos motivos para ser feliz y, aun así, decidió elegirte a ti, pese a las noches de insomnio, las mañanas de fiebre y los días en los que no te aguantas ni tú misma.
Ella es esa persona dispuesta a dejarte cruzar charcos oceánicos y alentarte a salir a comerte el mundo; pues pese a que exista un océano que impida un abrazo, solo existen dos milímetros entre tu latido y el suyo. No existe persona alguna que te mire y te diga tanto con la boca sellada, que pronuncie cuatro letras y te resuma veinte años enteros. No existe persona alguna capaz de tocarte el alma sin ni si quiera mediar palabra. Hay tanto que agradecerle y tú, en cambio, dejas que se te vaya la voz y se esconda en lo más profundo de tu ser. Es esa persona que sabe lo que enmascara cada uno de tus “estoy bien”, de tus lágrimas contenidas, de los abrazos despistados, de los sollozos a medias y de las verdades calladas. Aquella que descifró en diversas ocasiones todas esas bellas palabras que escondiste entre tus labios.
Ella cree tanto en ti que se olvida de sí misma, olvida sus tempestades para apaciguar tus mareas y arriesga tanto por ti que pierde el sentido común. Dicen que está loca de atar, pues, pese a saber que todas las cadenas que os ataban a ella ya no están, defiende a capa y espada que nunca os cortaron el cordón umbilical. Ella es valiente, sensata, admirable. Ella es ella, como ninguna otra, como el último aliento, como las ganas de vivir, como el último vals, como la estrella que más brilla allá dónde va. Ella es la guerrera más admirable que conocerás y aunque ella misma no lo sepa, la persona más generosa que puede habitar en la faz de la tierra, pues es ella quién ha hecho de ti todo cuanto eres.
Hoy no es su día, no es 5 de mayo, pero debería serlo, hoy y todos los días, ese día en el que le recuerdas cuánto significa, cuánto le admiras y, sobre todo, le recuerdas que es cierto que la familia no se puede elegir, pero si hubieses podido hacerlo le hubieses elegido a ella tres mil vidas más, y tres mil y una no porque ya es abusar. Hoy, y todos los días, deberías darle las gracias por todos los valores que has heredado de ella; por haberte enseñado que tu coeficiente mental no se mide por cómo de larga sea tu falda; que puedes ser todo aquello que quieras y que tú….

Tú tampoco hubieses cortado el cordón umbilical.

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