Tiempo
Tiempo.
Constructo
social.
Maldito reloj de arena que juega con el azar. Arena que se
escurre entre mis dedos como tú entre mis brazos. Oleada de frío viento que huele a conjunto vacío. Te empeñaste
en echar un pulso para ver quién era aquel capaz de quitarme más la vida y no
te dabas cuenta de que estabas extremadamente lejos de aquello que te
proponías. Te cegaba de tal modo tu absurdo egocentrismo que olvidaste que yo
solo le otorgo la opción de permitirse hacerme sufrir a aquello que llamo vida
con solo una cláusula en nuestro contacto: cuánto más me duela, más fuerte me
hago.
Confundiste querer con aquello de romper, pues si el amor duele
significa que te has equivocado en el término que utilizas para referirte a él. Tuviste tantas opciones para escoger que tú preferiste elegirme
a mí para vender mis órganos en el mercado negro, sin contrareembolso, sin
previo aviso. Robaste a mano armada cada esquina de aquello que llamabas alma y
me dejaste sin aliento como si la vida no pasara. Hiciste de mis días un lunes
constante entre versos bebidos y caminos heridos. Te pusiste la capa para
estrellarte en un glaciar al topar con aquellas medio verdades y tus
aplastantes mentiras. Supiste huir como James Bond y su fascinante encanto al
salir corriendo. Normativizaste las situaciones y me acostumbraste a un cúmulo
de horas anestesiada por aquellas lágrimas que no cesaban. Determinaste mi vida
como las nubes determinan la lluvia y reíste al verme girar como una noria sin
saber a qué lugar me dirigía. A contracorriente y sin frenos; cual kamikaze
aturdida que no entendía que, a cada beso, menos segundos de vida.
Aceleré,
si había sido una kamikaze, que al menos me sirviese para la huida. Huida de
aquellos hilos que un día tu sujetaste…. Respiré como aquel niño que nace y siente,
por primera vez, qué es vivir fuera del útero de su madre. Desde aquel día siento la vida, sin
miedo, sin prisas, sin batallas, sin espadas, sin moratones, sin cortes, sin
sangre, sin asfixia. Eso es amor. Libertad. Entonces aprendí que querer es no
cortar alas, sino alentarlas para que vuelen tan alto como puedan.
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